Te lo decimos desde el cariño: dedicarte a transformar vidas no significa que tengas que hacerlo sin cobrar.

Cuando terminas una formación, es normal sentir esa mezcla de emoción y ganas de aportar. Empiezas con ilusión, montas talleres gratuitos, te dices: «Aún soy nueva, no puedo cobrar…» Y sin darte cuenta, entras en una dinámica que no te sostiene.

Lo sabemos, porque muchas lo hemos vivido.

A pesar de las horas de formación, del dinero invertido, del tiempo que has puesto con todo tu corazón… sientes que cobrar está mal. Como si ayudar y ganar dinero fueran cosas opuestas. Pero no lo son.

De hecho, ponerle valor a tu trabajo es también ponerle valor a las personas a las que acompañas.

El clic que lo cambia todo

Cobrar por algo que amas puede darte vértigo al principio. Parece raro, incluso injusto. Pero ¿quién dijo que disfrutar y vivir bien no pueden ir de la mano?

Durante mucho tiempo nos han hecho creer que para ayudar hay que sacrificarse. Y no. Puedes disfrutar lo que haces, hacerlo desde el alma, y aún así tener ingresos que te permitan vivir bien.

¿Te suenan estas creencias?

  • “Con poco me apaño.”
  • “Si cobro más, dejo de ayudar.”
  • “Me gusta tanto, que lo haría gratis.”
  • “Cobrar por esto no está bien.”
  • “Si subo precios, nadie vendrá.”

Son creencias. Miedos. Excusas que nos ponemos para no dar el paso. Pero la realidad es otra: tu trabajo tiene valor, y la gente lo sabe.

¿Cuándo empezar a cobrar?

No hay que esperar más. Ni un mes, ni un año, ni cuando tengas mil títulos. Ya estás preparada. Ya tienes lo necesario para transformar vidas. Y sí, la gente paga por eso. Porque no buscan algo gratuito: buscan un cambio real.

El equilibrio entre dar y recibir

Cuando das sin recibir, algo se rompe. Te cansas, te frustras, te vacías. Y eso no es justo. Ni para ti ni para las personas que te rodean.

Empieza por una cantidad simbólica si quieres. Pero empieza. Porque cuando hay intercambio, hay compromiso. Y cuando hay compromiso, hay transformación.

Cobrar no es ego. Es autocuidado

No estás siendo egoísta por ponerle precio a lo que haces. Estás diciendo: “Esto es valioso. Yo soy valiosa. Y lo que te ofrezco, también lo es.”

Un ejercicio práctico para ponerle número a tu valor

Haz cuentas. No para limitarte, sino para conocerte.

  1. Anota tus gastos mensuales: alquiler, comida, transporte…
  2. Piensa en cómo te gustaría vivir. Añade un poco de ahorro, algún viaje, una cena especial.
  3. Incluye lo que inviertes en tu proyecto: herramientas, materiales, autónomos…

Suma todo y divídelo entre las horas que quieres trabajar al mes. Ese número es un punto de partida.

Ejemplo: Gastos actuales: 1.500 €
Vida cómoda: 2.500 €
Gastos del negocio: 1.000 €
Total: 3.500 €
Si trabajas 50 horas al mes: 3.500 ÷ 50 = 70 €/hora

Ya es momento

No te conformes. No te minimices. No regales lo que tanto te ha costado construir. Cobra lo que mereces. Porque puedes seguir ayudando… sin olvidarte de ti.