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No importa quién eres o a qué te dedicas, siempre vendes algo
Cuando intentamos impartir una idea, convencer o persuadir a alguien sobre un determinado punto de vista, estamos haciendo marketing. Todos en cierta forma vendemos, ya sea de forma consciente, o inconsciente. No existe negocio que no quiera vender y, por ende, que no quiera encontrar a los profesionales necesarios para ello. El marketing nos ayuda en nuestro día a día. Si quieres tener éxito en la vida, en cualquier parcela, aprende a vender.
Saber vender es, primero, una cuestión de supervivencia; y segundo, de calidad de vida.
Como todos vendemos algo – ya sea tu producto, servicio o persona -, para tener oportunidades, hay que saber vender, y hacerlo con gracia.
Tu calidad de vida también depende en gran parte de tu capacidad de saber vender, cuanto mejor lo hagas, mejor vivirás. Vender no es un trabajo, es un estilo de vida, una habilidad que te vale para todo.
Solo existen dos opciones: vender o ser vendido.
En cualquier conversación que tenemos con alguien, estamos vendiendo o nos están vendiendo, no hay más. Si no convences, no vendes: si no vendes, no ganas, ni creces, ni avanzas. Desde que te levantas hasta que te acuestas, quieres que las cosas pasen de una determinada manera, y eso tiene que ver con tu capacidad de persuasión. Si sabes convencer bien, obtienes buenos resultados.
Saber cómo comunicarte y convencer a los demás es un recurso que debes poseer.
El precio (casi) nunca es el problema. El problema suele deberse a una mala estrategia de marketing o ventas.
Si se hiciese una encuesta amplia entre todos los vendedores del mundo, nos encontraríamos con que la gran mayoría cree que la principal razón por la que se pierde una venta es el precio.
Si la gente no compra tu producto, casi nunca se trata por el precio, si no por la falta de valor en si mismo. Te faltó hacer o decir algo que los convenciera. Si todo recayera en el precio, ¿por qué hay filas de gente comprando café que fácilmente podría hacer en sus casas por menos de la mitad del dinero (caso Starbucks)?; o ¿por qué tanta gente compra entradas para ver los partidos de fútbol cuando podría verlos por televisión sin coste alguno?; o ¿por qué alguien decide comprarse un deportivo cuando podría viajar en transporte público con menos gasto y en la mitad de tiempo?.
Acuérdate cuántas veces has gastado con gusto más de lo que podías. Prácticamente nunca se debe al precio. Se debe a aplicar mal la estrategia de marketing y ventas.